Defensor del Menor de Andalucía. Informe Anual 2011
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Continuaba exponiendo el interesado que tanto la madre del alumno como él
se habían dirigido al centro educativo solicitando que le facilitaran los nombres de
los chicos que habían agredido a su hijo para emprender acciones legales contra
los mismos. Por su parte el Instituto, restando importancia a los hechos ocurridos,
no accedió a facilitarles los datos solicitados, amparándose en la Ley de protección
de datos, y este sentido era que solicitaba la ayuda del Defensor del Menor de
Andalucía, pues según le relataba su hijo, el acoso lo venía padeciendo desde años
atrás y ante la inactividad del Instituto temía que algo peor pudiera ocurrir.
Dicho lo anterior, no hay que olvidar que el acoso escolar presenta una serie de
características que no se dan en otro tipo de conflictos, como son la intencionalidad,
se elige a una persona concreta para convertirla en víctima; la repetición de la
acción agresiva que hace que la víctima sufra de forma continuada, el
desequilibrio
de poder entre la víctima y los agresores
;
la indefensión, suele ser un solo alumno o
alumna en una situación de indefensión frente a varios agresores; y los observadores
pasivos que con su dejar hacer no contribuyen para que cese la agresión.
Este conjunto de circunstancias afecta negativamente a todos y cada uno de los
sujetos que están presentes en el escenario del acoso, aunque no cabe duda que los
primeros síntomas y los más visibles son los manifestados por la víctima.
Para la víctima las consecuencias, de la situación vivida, pueden traducirse en
fracaso escolar, trauma psicológico, riesgo físico, insatisfacción, ansiedad, infelicidad,
problemas de personalidad y riesgo para su desarrollo equilibrado.
Para el agresor o agresora: puede ser la antesala de una futura conducta
antisocial, una práctica de obtención de poder basada en la agresión, que puede
perpetuarse en la vida adulta e, incluso, una sobre valoración del hecho violento
como socialmente aceptable y recompensado.
Para los compañeros y compañeras observadores pasivos puede conducir a una
actitud complaciente o tolerante ante la injusticia y una percepción equivocada de
valía personal.
A tenor de las consecuencias negativas que este hecho violento provoca en
el desarrollo normalizado de la población infantil y juvenil, esta Institución quiere
hacer especial hincapié en la importancia de que por parte de los profesionales de
los centros educativos, así como demás profesionales de la infancia que se vean
implicados en la intervención de estos supuestos, se actúe con diligencia, llegando
al fondo de la cuestión y adoptando cuantas medidas se estimen necesarias para
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