Defensor del Menor de Andalucía. Informe Anual 2011
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La respuesta ha de ser negativa. Los adultos seguimos pensando y actuando
conforme a nuestras prioridades y deseos, y estamos acostumbrados a relegar a
un segundo plano las necesidades y expectativas de niños y niñas. Precisamente
esta forma de actuar se manifiesta con toda su intensidad en el diseño de nuestras
ciudades porque, en la práctica, planificamos y diseñamos las mismas teniendo en
cuenta siempre el punto de vista de lo que el adulto cree que necesita el niño y no
de aquello que efectivamente éste espera, desea o demanda.
Son muchas las voces que reconocen que nuestros niños y jóvenes están
rodeados por un entorno diseñado por y para los adultos. La consecuencia de ello es
que habitan en un medio urbano que presta escasa atención a sus necesidades de
desplazamiento, y que les limita las posibilidades de acceder de forma autónoma a
muchas actividades, incluidas aquellas de obligado cumplimiento como las escolares,
habida cuenta que las políticas en materia de desplazamientos están hechas para
circular preferentemente usando los vehículos a motor.
Por otro lado, estas mismas restricciones para los desplazamientos por nuestras
ciudades y municipios tienen su negativa incidencia en las actividades de esparcimiento
y ocio. En el exterior del hogar existe una sensación generalizada de inseguridad que
hace que no se considere la calle como espacio idóneo para el juego de los menores.
Y sin embargo uno de los aspectos que incide en el desarrollo de niños es
el juego, el disfrute de momentos de esparcimiento al aire libre, y su acceso a
actividades recreativas especialmente adaptadas a su concreta etapa evolutiva. Una
actividad que ha de desarrollarse en espacios donde sea posible la interacción y
contactos entre iguales y entre ellos y las personas adultas, ya que una de las
formas que tiene la infancia de conocer y relacionarse con el mundo que le rodea es
precisamente a través del juego.
Pues bien, qué duda cabe que las infraestructuras, o mejor dicho la ausencia de
adaptación de las mismas a las necesidades de las personas menores, constituyen
un elemento determinante en los accidentes que se producen en las ciudades y
en los que muchas veces las víctimas son personas menores de edad. Pero de
todas estas deficiencias, las que existen en las inmediaciones de los centros
escolares resultan ser las más preocupantes. No es nada infrecuente que los pasos
de peatones cercanos a las puertas de los colegios carezcan de vigilancia; que el
mobiliario urbano ubicado en lugares cercanos a estos establecimientos dificulten la
visibilidad; que existan semáforos cercanos regulados a favor de los automóviles y
no de los peatones sobre todo para evitar atascos; y así hasta una larga lista más
de carencias y obstáculos que resultaría difícil de enumerar.
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