5. Cuestiones relevantes
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los países de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), el
41 por 100 de las víctimas mortales entre los niños menores de 14 años se debe
a accidente de circulación; en dos de cada tres casos el niño era peatón, ciclista o
conductor de motocicletas, y el tercero pasajero de automóviles, en la mayoría de
los casos no llevaba puesto ningún sistema de retención.
En relación con nuestro país, los datos sobre siniestralidad de la Dirección General
de Tráfico correspondientes al año 2010 señalan que si bien los accidentes mortales
en nuestras carreteras descendieron un 9,1 por 100 respecto del ejercicio anterior, se
produjo un incremento de los fallecidos en edades comprendidas hasta los 14 años.
En concreto, hubo 49 niños y niñas que fallecieron en las carreteras, 15 más que el
ejercicio anterior, lo que representa un incremento del 44 por 100. Ahondando en cómo
se produjeron estos sinistros, se destaca que el 37 por 100 de los menores fallecidos no
llevaba puesto ningún accesorio de seguridad en el momento del accidente.
Por el contrario, los últimos datos publicados en 2011 por el mencionado Centro
Directivo confirman que se ha producido un descenso del número de víctimas
mortales menores de edad en accidentes de tráfico en nuestras carreteras respecto
del año 2010. Así, la diferencia porcentual en el caso de fallecidos en menores de
14 años ha sido del 60 por 100. No hubo ninguna víctima entre 15 y 17 años; y
finalmente, el descenso de fallecidos de edades entre los 18 y los 20 años supuso
una variación respecto de 2010 del 38,5 por 100.
A pesar de estos desgraciados sucesos, debemos congratularnos de la reducción
en los últimos años de las cifras de accidentes tanto en carreteras como en vías
urbanas. Pero seamos realistas. Cada fallecimiento de un niño, niña o joven en un
accidente de tráfico es una muerte más y nunca una muerte menos, y reducir los
accidentes no supone devolver la vida a nadie ni tampoco lamentablemente aliviar
el profundo dolor de las familias.
En cualquier caso, el descenso de la siniestralidad a la que nos referimos
debe ser un aliciente para seguir avanzando en la Educación vial, la formación, la
concienciación y el fomento de actitudes responsables entre adultos y niños. Estos
números nos han de servir para reforzar y seguir avanzando en la concienciación y
aumentar el trabajo de toda la sociedad.
Ahondemos en las razones de este estado de la cuestión comenzando por el
diseño de nuestras ciudades con el propósito de comprobar si sus actuales modelos,
el diseño de las infraestructuras, el concepto y la localización de los espacios públicos,
o la ordenación del tráfico responden a las necesidades de las personas menores de
edad y de los jóvenes.
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