Dentro de unos días, entre el 17 y 20 de Octubre, representantes de 193 países, gobiernos, sociedad civil, instituciones académicas, etc, se reunirán en Quito (Ecuador), dentro de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Vivienda y Desarrollo Urbano Sostenible (Hábitat III), para debatir y, esperemos, fijar la nueva Agencia Urbana para el siglo XXI.
La necesidad de aprobar políticas y estrategias que garanticen un desarrollo urbanístico sostenible, como se evidenció el año pasado en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático 2015, celebrada en París (COP21), es un reto inaplazable: “No hay plan B porque no hay planeta B”, sentenció Ban Ki-moon, Secretario General de las Naciones Unidas ante la COP21.
Pero, al mismo tiempo, esa lucha está unida a la de la erradicación de la pobreza, estando ambos retos, como sabemos, cada vez más interrelacionados.
La oficina del Defensor del Pueblo Andaluz, consciente de que ya en nuestro país más del 80 % de la población reside en áreas urbanas, está convencida de que el modelo de ciudad es decisivo a la hora de garantizar ese doble objetivo.
Así las cosas, en el ejercicio anterior, después de presentar un Informe Especial al Parlamento de Andalucía titulado “Seguridad, Accesibilidad y Calidad Ambiental en los Espacios Urbanos Peatonales de las Ciudades Andaluzas”, organizó, en fechas próximas a las de la COP21, una jornada sobre Ciudades Inteligentes, Ciudades Sostenibles y este año, coincidiendo con la Cumbre que tendrá lugar en Quito, ha organizado una nueva jornada en torno a las Ciudades Inteligentes, Ciudades Inclusivas.
La lucha para paliar los efectos del modelo de desarrollo económico insostenible que hemos creado y la desigualdad social, tan presente en nuestra sociedad, se desarrollará preferentemente en las ciudades. Es aquí donde es preciso implantar una alternativa al consumo de combustibles fósiles y las consiguientes emisiones de dióxido de carbono a una economía lineal, centrada en producir, usar y tirar, apostando por un modelo que facilite la reutilización y la optimización de los materiales.
Al mismo tiempo, los gobiernos no pueden olvidar que las ciudades son las personas que las habitan, que justamente esperan respuestas inteligentes, es decir que resuelvan sus necesidades facilitando, al mismo tiempo, su participación. Por ello, decimos que si una ciudad no es inclusiva, tampoco es inteligente.
Esperamos y deseamos acuerdos, compromisos y, en todo caso, una mayor concreción sobre el papel que la Nueva Agenda Urbana va a tener en la implementación, real y efectiva, de los llamados “Objetivos de Desarrollo Sostenible” (ODS).
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