Son muchas las personas que intentan alcanzar nuestras costas hacia una nueva vida que les depare un futuro -incierto- pero al fin y al cabo un futuro mejor que aquel que les aguardaba en la tierra que han debido dejar atrás. Hemos de lamentar que, una vez más, el mar de Alborán se haya convertido para muchas personas en el destino más trágico del ser humano: la muerte.
Nuestra Defensoría lamenta profundamente estos trágicos sucesos. Una tragedia que pone de manifiesto, una vez más, la necesidad de políticas en materia migratoria que primen los derechos humanos frente a cualquier otra consideración, y que impida que se repitan estas dramáticas consecuencias. Debemos encontrar procedimientos de gestión de los flujos migratorios que no supongan poner en riesgo la vida o la integridad física de las personas migrantes.
Es necesario concienciar de que la inmigración es una cuestión de interés nacional y europeo y que, en consecuencia, deben elaborarse unas políticas desde los distintos ámbitos orientadas a ordenar y regular los flujos migratorios, partiendo para ello de los principios de racionalidad y eficacia administrativa, equidistribución de cargas y recursos entre todas las administraciones implicadas, sin olvidar por supuesto los principios de solidaridad y lealtad institucional.
También desde nuestra Defensoría apelamos a la generosidad y comprensión de la sociedad para quienes llegan a nuestras fronteras huyendo de la miseria, la pobreza, las guerras, y las persecuciones.
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